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Lectura diaria

    MEDITACIÓN: Hechos 6, 8-10; 7, 54-59

    Pablo dijo al pueblo. (Hechos 22, 3)

    Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios. (Hechos 7, 56)

    Al día siguiente de la Navidad, podríamos estar concentrados en los regalos que recibimos. Así que es fácil olvidar que acabamos de recibir el regalo más grande de todos: Emmanuel, Dios con nosotros. Por amor a nosotros, Jesús se hizo hombre, habita entre nosotros y siempre está a nuestro lado.

    Esta verdad es especialmente patente en San Esteban, cuya fiesta celebramos hoy. La Escritura nos dice que él estaba “lleno de gracia y de poder” y “realizaba grandes prodigios y signos entre la gente” (Hechos 6, 8). Es claro que Jesús estaba con Esteban, concediéndole todos los dones que necesitaba para edificar la Iglesia. Por eso podríamos pensar que el Señor le habría concedido una larga vida, trabajando hombro a hombro con los apóstoles. Pero eso no fue lo que sucedió. Más bien, Esteban se convirtió en el primer mártir cristiano.

    Sin embargo, incluso en medio del sufrimiento de Esteban, Jesús le ofreció el gran don de su presencia. Abrió los ojos de Esteban para que pudiera ver el trono en el cielo “y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios” (Hechos 7, 56). Aun cuando estaba siendo apedreado por haber proclamado a Jesús, fue el mismo Señor el que lo fortaleció para que pudiera soportar su final. Jesús estaba derramando su gracia en medio de un terrible sufrimiento.

    Hoy, recuerda un momento o un evento especialmente difícil en tu vida. Ahora, mira un poco más profundo, y permite que Dios te muestre de qué formas estuvo presente a tu lado. ¿Cómo derramó su gracia? ¿De qué formas experimentaste su cuidado por medio de las personas que te rodean?

    ¡Nuestro Dios es fiel! El Señor no nos promete una vida libre de sufrimientos. Incluso nos advirtió que podríamos ser perseguidos por creer en él. Pero sí promete estar a nuestro lado en cada momento de nuestra vida, especialmente en medio de nuestras dificultades. Pídele a San Esteban que ruegue por ti para que puedas ver la presencia de Dios en tu vida tan claramente como él la vio. Luego alaba al Señor por este don tan sorprendente.

    “Señor Jesús, te pido que me ayudes a apreciar siempre el don y la promesa de tu presencia.”

    Mateo 10, 17-22
    Salmo 31 (30), 3cd-4. 6. 8ab. 16bc. 17